Un tanto por improvisación y otro tanto por aquello que llaman “mala suerte”, hizo de éste, el viaje más complicado de todos aquellos que emprendimos con el grupo eStremo. Así comenzaba la 8° edición de los eStremos.
De los integrantes del grupo, por diversas circunstancias de la vida, solo tres podíamos emprender la aventura de este año. Sin embargo, la ilusión y las ganas eran las mismas de siempre. Nos impusimos una meta supuestamente alcanzable y nos preparamos con ilusión y esperanza de lograrla.
Se determinó el lugar (Nevado de Chañi) y la fecha, y como siempre intercambiamos opiniones y preparativos para no olvidarnos de ningún detalle. Todo estaba encaminado. El día 10 de Noviembre viajó la “avanzada” (Damián y Martín) hacia San Salvador de Jujuy para ultimar detalles, conseguir más datos, comprar hojas de coca y esos detalles mientras me esperaban a mí, que viajaba recién al otro día.
Ese otro día no era un día más, sino que por casualidad y por simple nomenclatura del ser humano que así lo definió hace ya mucho tiempo era el 11/11/11 y si bien no creemos que eso determine algo, si podemos decir desde esta experiencia que si para ciertas personas significó un día de suerte, para nosotros fue todo lo contrario. Tampoco creemos en la “mala suerte” (esa es la excusa fácil), pero aquellas cosas que están fuera de nuestro control, y que nos afectaron negativamente, no supimos cómo llamarlo y en cierta medida tuvimos que admitir que algo de “mala suerte” tuvimos.
El día de mi viaje me presento en Aeroparque en horario para en sólo 2 hs estar reunido con el resto del grupo. Sorpresiva fue la cancelación de mi vuelo. Atónito como estaba y masticando cierta bronca, me encaminé rápidamente hacia Retiro para tomarme un micro que luego de 23 hs y viajando muy incómodo me depositaría en destino. Seguía sin creer en la “mala suerte”, solo se trataba de un conflicto más de los tantos que tiene el transporte aéreo.
Mientras viajaba hacia San Salvador de Jujuy, recibo el siguiente impacto. Damián me confirma que Martín tenía varicela y por ende ya se volvía. Con mayor esfuerzo, pero seguía sin creer en la “mala suerte”.
Por fin arribé (el viaje eterno) y ahí estaba el resto del grupo es decir, Damián, esperándome ansioso para pasarme parte del peso que había dejado Martín para que distribuyéramos. Nos preparamos para comenzar al día siguiente con sendas mochilas un tanto excedidas (la carpa era para tres, las cosas para cocinar también, la comida ya era difícil de calcular, el botiquín muy grande, etc).
Al día siguiente la aventura comenzó. Nos aproximamos en una “chata” hasta Encrucijada (2200 m.s.n.m.). Desde allí emprendimos la caminata con un objetivo claro…vamos hacia Ovejería (3500 m.s.n.m). El día aceptable, con algunas nubes rondando, pero nada particularmente incómodo. Llevábamos unas 2 hs de caminata cuando tuvimos la primera gran alarma, se me rompieron ambas zapatillas (se despegó la suela completa). Eso era un gran problema, especialmente porque no tenía otro calzado alternativo. A esta altura nos miramos tratando de comprender si esto no era “mala suerte”, pero no podía ser que descansáramos en ese pensamiento facilista, sino que quizás no fui con el equipamiento adecuado. Puse todo mi ingenio en remendarlas de alguna forma ya que no estaba entre las opciones volver casi sin haber empezado. En principio resultó y seguimos viaje. Unas horas después, se me rompió la hebilla de la mochila (la que sostiene a la cintura), pero aún se sostenía, pero como Damián tampoco podía estar indemne, al rato se le rompió a él la misma hebilla. La pregunta era, ¿estamos mal equipados y con mucho peso o hay algo de “mala suerte”? No nos amedrentamos y seguimos camino.
Se hizo tarde, comenzamos a dudar del camino que tomamos, nos alejamos del río y no encontramos ninguna otra fuente de agua. Oscureció, acampamos y nos impusimos consumir la menor cantidad de agua posible. Dormimos algo incómodos, sin saber exactamente donde estábamos y hacia donde nos estábamos dirigiendo. Ya habíamos alcanzado una altura considerable. No podíamos estar lejos de nuestro primer objetivo. Nos convencimos que al día siguiente lo lograríamos.
Amaneció, desayunamos y terminó de nublarse. Comenzamos a caminar a la vez que comenzó a llover. Prácticamente no se veía 4 metros. Las dudas sobre el camino, hizo que por un golpe de fortuna encontráramos agua. Nos aprovisionamos y esto hizo que tomáramos fuerza para seguir adelante. Luego de mucho esfuerzo y con una subida muy pronunciada por varias horas, llegamos a un punto en el cual, por fin el camino se dirigía directamente hacia donde creíamos tener que ir, aunque no nos coincidía las alturas ya que estábamos a 3900 m.s.n.m. Seguimos, empapados, con las mochilas completamente mojadas, las zapatillas se me terminaron de destrozar y así transcurrió todo el día sin el menor resquicio de que asomara el sol. Se nos hizo tarde nuevamente y la situación era: cansados, mojados, con las cosas mojadas, perdidos, nuevamente sin agua, ampollados los pies y habiendo comprobado que aún sin darnos cuenta, habíamos caminado en sentido contrario al que creíamos estar haciendo.
Acampamos. Cocinamos como pudimos (adentro de la carpa) y reflexionamos que el hecho de que lloviera todo el día y que nos perdiéramos tampoco era atribuible a la “mala suerte”, sino que son cosas que pasan en la montaña. Especialmente cuando al otro día amaneció a pleno sol. Pudimos secar todo e incluso apreciar el paisaje. Era realmente hermoso!! Aproveché para reforzar el arreglo de mis zapatillas, especialmente para dejar de caminar apoyando los dedos y el talón directamente sobre las piedras (ya había tirado un par de medias que agujereé y las ampollas eran cada vez más grandes). Levantamos campamento, intercambiando opiniones de qué hacer, pero dadas las circunstancias estuvimos rápidamente convencidos que lo mejor era volver. Menos mal, porque inmediatamente que terminamos de armar todo (y descargarnos un poco de comida), se cerró nuevamente esa nube que no estaba dispuesta a dejarnos ir sin mojarnos y desorientarnos nuevamente.
Emprendimos el regreso. Por lo menos ya sabíamos donde podíamos recargar agua. Sin embargo, no fue fácil. Aún con el track en el GPS del camino realizado, nos costaba encontrar el camino de tan cerrado que estaba. Bajamos rápido. Llegamos al río y volvimos a acampar, esta vez al margen del río. Imprevistamente apareció un lugareño que para sorpresa nuestra nos explicó que no solo el camino por nosotros tomado era una opción correcta, sino que además, el lugar de acampe nuestro estuvo a tan solo a unos 800 metros de su casa que cuenta con camas y agua caliente. De allí al refugio militar, en unas 2 hs se llega. ¿Qué decir?, ¿”mala suerte”? Ya no había más lugar para eso.
Por lo tanto, el último día de nuestro regreso, por supuesto con nube incluida, nos encontró con sentimientos contrapuestos. Por un lado no estuvimos ni remotamente cerca del objetivo, pero con todo lo acontecido, estuvo bien lo que sí hicimos. Con estos análisis en mente, nos encontramos una vez más sobre un camino erróneo (no podíamos creer que hasta ahí abajo nos perdiéramos). Por lo tanto, ahora tenemos marcado incluso el camino que no hay que tomar…Los últimos 15 Km sobre el lecho del río, fueron duros y aburridos, pero las ansias de llegar nos impulsaron a realizarlo rápidamente, aún a costa de alguna ampolla más.
Sin entrar en detalles como que a la vuelta en San Salvador de Jujuy no encontrábamos hotel para dormir, que el último día Damián perdió el aislante y habernos enterado que hacía 2 días se había registrado un sismo en Jujuy…, creemos que efectivamente algo de “mala suerte” tuvimos…
Igual FELICES!! La aventura fue tal que nos puso a prueba y consideramos que las superamos con creces. Nuestro objetivo nunca es llegar sí o sí a un determinado lugar, sino “hacer camino”. Lo hicimos sorteando muchos obstáculos y sabemos que de repetir, tendremos cierta ventaja sobre la montaña misma. Seguramente seremos más… lo importante es disfrutar y reforzar aún más la amistad que por cierto es cada vez mayor!!
YA VOLVEREMOS NEVADO DE CHAÑI!!!
Gabriel (Elf).
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